momento, pero calculo que volveré en breve. Ahora mismo solo puedo pensar en enormes vasos de leche con nesquik caliente y en que la bufanda no se desanude de mi cuello para irse a ramblear por ahí.
Lo mejor del constipado: que los oídos se acorchan y me ahorro los ladridos de los vecinos y sus hidra-hijas.
Lo peor: que esta noche me invitan a cenar en un restaurante encantador y me temo que voy a disfrutar menos de lo que se merece el sitio y la compañía JJ.
Pero ¡claro que iré!, aunque sea lo último que haga (debe ser una gripe lírica la que me ha tocado esta vez).
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