domingo, 15 de enero de 2012

De vez en cuando salgo por ahí a descubrir

sitios y hoy era uno de esos días. Domingo, solete, tiempo por delante... la verdad es que ha sido un día estupendo. El caso es que esta mañana temprano he quedado con un grupo en la estación de tren de un pueblecillo. Muy mona, muy remodelada toda ella. Allí tenían que pasarme a buscar para trasladarnos hasta el punto de salida.

He llegado medio puntual, pero aún no había nadie. Por fin veo que un coche con una pareja se acerca al banco donde estaba sentada. Se detiene y subo. Incluso he tenido que retirar un bolso del asiento para poder sentarme.

- ¡Hola, buenos días, perdón por el retraso!
- Hola, hola, nada, nada (me dicen).
Y es cuando me doy cuenta de que ese no es mi coche.
- Me bajo porque no os conozco de nada.
- Adios, adios.

Tengo la impresión de que han pensado que han vuelto a nacer después de que una sicópata, que ni siquiera les ha robado el bolso (sólo lo he apartado), les haya invadido el coche, saludado y abandonado en menos de diez segundos.
¿Qué por qué sicópata? Porque, de nuevo en la calle, durante un raro no he podido parar de reír a carcajadas.