lunes, 1 de octubre de 2012

En Facebook, esta mañana he recibido un


mensaje bienintencionado, de una mujer con gran corazón (la conozco), pidiéndome que pusiera en mi estado un símbolo para recordar a las mujeres con cáncer de mama, etcétera.
De este tipo de cosas, Facebook va lleno. Los que más me irritan son los que acaban, o empiezan, diciendo "sé que no lo vas a colgar en tu muro". Pues mira, no, imbécil, no lo voy a colgar sólo por esta frase de psicología parda inversa, barata y absurda.

Tuve cáncer de mama, aún estoy en tratamiento y, la verdad, estoy un poco harta de tanto mensaje solidario sobre el asunto que no nos lleva a ningún sitio (no, no sensibiliza) y, en cambio, me recuerdan constantemente que cada tres meses me hacen una analítica por si mis células se mueven. 

Lo único que sí ayuda es colaborar económicamente con las asociaciones que cuidan de nosotras cuando estamos malitas y con los centros de investigación. El resto es un simple lava-conciencias. ¿Vas a dar dinero? ¿No? Pues ahórrame el párrafo inútil, anda.

También estoy hasta el gorro de la gente que "comparte" sin comprobar antes si los cachorros a los que van a sacrificar en cinco minutos llevan dando vueltas en Facebook tres años (menudos lobazos están hechos). O los avisos sobre lo malo que es Facebook y cómo nos podemos proteger en aras de una ley estadounidense hecha para el comercio de mejillones con Taiwan. O de ver fotos de niños enfermos pidiendo compartirlas porque alguien (¿Dios?) les donará un euro por click. 

Adoro la información, por eso agradezco y comparto lo que leo y atiendo las muchas piezas interesantes que nutren mi muro. Pero ¡me enerva la basura digital!

Si la credulidad y el buenismo de la gente sigue así resucitaré el tocomocho en formato Facebook. Me haré de oro, y los de la carta nigeriana o los que alquilan pisos por email serán simples aficionados.