miércoles, 13 de noviembre de 2013

Cinco meses, día más, día menos, y sanseacabó

el tratamiento anti-cáncer. Cuando llegue el día habrán sido seis años largos, duros, pesados, repletos de efectos secundarios, de dos quirófanos mayores, de un hígado roto, sin pelo, sin fuerza, sin aliento.
También, y más importante, habré vivido una historia de amor con mi entorno, el inmediato y el otro.
Cinco meses más y sanseacabó. Cuatro, tres, dos...




lunes, 11 de noviembre de 2013

A veces mi corazón suena como un caballo desbocado. Otras

veces como un perro gruñendo al compás de 2 x 2 y hasta me ha parecido escuchar un fragmento de la coreografía de West Side Story. Me he perdido el sonido de una cuarta válvula, pero una no puede estar pendiente de todo. Por si quieres ponerte en mi lugar, durante la ecocardiografía un médico chileno bastante mono y bastante joven me estaba clavando el mango que untan de gel para escucharnos por dentro, y eso desconcentra a cualquiera.

Al parecer,  tengo un corazón estupendo, y esta vez no hablo de generosidad, amor al prójimo y otras majaderías. Hablo de músculo, de válvulas, de arterias... todo bien.
Además, hoy he aprendido que cuando en una película le rajan el cuello a alguien y sale la sangre a borbotones es porque se han cargado la carótida. Que la aorta es la jefa de las arterias. Que cuando la sangre vuelve al corazón entra más oscura, pero vuelve a salir rojo Pantone 186C, cargadita de oxígeno. Seguramente todo eso lo aprendí en algún momento, entre la composición del huevo de gallina y la disección del hámster aunque ya lo olvidé, como tantas otras cosas.

Lo que no sabía era que si respiras hondo durante la ecocardiografía, el corazón se esconde detrás de los pulmones y es un rollo porque hay que volver a empezar. Ha sido una suerte que el cardiólogo que me ha atendido y me pedía amablemente que aguantase el aire para que los pulmones no se pusieran chulitos no olvidase ni una sola vez pedirme que volviera a respirar.