domingo, 9 de febrero de 2020

Tres años con el blog aparcado y ahora trato de arrancarlo,

para explicar un proceso que ya ha empezado. Este blog nació la madrugada que dejé de fumar. En breve me someteré a una cirugía bariátrica para perder alrededor de 40 kilos. La idea es la misma: usar el blog para espantar la angustia de un proceso que no va a ser fácil.
El Clínic es mi hospital de referencia. Allí he asistido a clases de formación sobre la cirugía y lo que comporta y en sus instalaciones me están haciendo todas las pruebas pre-operatorias y alguna extra, como una visita con Hepatología (mata más un donut que un whisky). Si todo va según lo previsto me operarán en marzo, el mes de mi cumpleaños. Los 57 los celebraré como el 1: con papillas y sin cava. Quién algo quiere algo le cuesta y yo quiero recuperar la salud y, por encima de todo, la energía. Apenas me queda un 10% de batería. Soy aún demasiado joven para apagarme.

Para ponerte en situación, mi obesidad me supone llevar a cuestas a un niño de 11 años. Eso es lo que me sobra: un preadolescente al que he ido cebando hasta el punto de ponerme al borde de la diabetes, rozar la hipertensión con demasiada frecuencia, padecer esteatosis hepática, que sería genial si fuera una oca secuestrada por un dos estrellas michelín pero no es el caso y empeoramiento de la super villana artrosis.
En fin, con lo mona que había sido por dentro, ahora estoy de derribo. Mi médica de cabecera, que es un lince, me envió al endocrino y aquí estoy, a punto de someterme a una operación que es sencilla, no conlleva problemas post-operatorios pero me va a obligar a darle la vuelta a mi vida como a un calcetín.

Llevo un año, desde que empezó el proceso, rumiando sobre lo que representa mi nueva vida: orden en todos los sentidos y reordenación de prioridades. Por eso necesito escribirlo, para, como ya hice con el tabaco, recordarme que soy capaz. Porque cuando me pongo soy capaz de casi todo y un poco más.