miércoles, 27 de septiembre de 2006

Se llama bibicleta y sirve para desplazarse por ahí

Ayer, tras un rapto de sinceridad conmigo misma, di de baja el gimnasio. Esta mañana he ido a por mi nueva bici y espero salir a dar una vuelta diaria. A ver si sí. Esta vez será diferente a la otra, hace unos años, cuando arrinconé la moto a favor de la bici. La segunda vez en tres meses que me descubrí dando gas para salir de un semáforo en rojo volví a los brazos de mi Honda Scoopy de siempre, regale la bicicleta a una amiga, a ella se la robaron la primera semana y colorin colorado.
Las hay baratas, normales, caras, muy caras y tuestáschalada. Mi bici es de las normales. Ruedas de 20 cm de diámetro, cambio Shimano (o frenos Shimano, algo en la bici se llama Shimano y parece que eso es bueno) y se pliega. Ayer o anteayer estuve charlando con Duaita un rato sobre la bici. Ante la avalancha de información que le solté sobre los beneficios del ciclismo, todo encontrado en internet, Duaita me dijo que no esperara milagros, pero que si a ella le gustaba la bici era porque, mientras pedaleabas, te dirigías a algún sitio. Mujer sabia mi amiga. Y añadió que, además, tenía más valor plegable porque en caso de apartarla de tu vida cabía debajo de la cama. Doblemente sabia esta mujer. Y práctica, como buena Virgo.

miércoles, 13 de septiembre de 2006




"Aquel que busca el corazón del relato en el espacio que está entre la obra y quien la ha escrito se equivoca: conviene buscar no en el terreno que está entre lo escrito y el escritor, sino en el que está entre lo escrito y el lector".

Amos Oz. Una historia de amor y oscuridad. Editorial Siruela ,pág. 46

martes, 12 de septiembre de 2006

Rebasé los 15 meses sin humo en Punta Cana

pero, con sinceridad, apenas me acordé de la efeméride. ¿Que qué tal Punta Cana? Bien, gracias. Mucha playa, mucha siesta bajo palmera, mucha agua, mucha lectura, y poquísimo contacto con la realidad dominicana. En una excursión a Higüey pudimos comprobar que la pobreza en ciertas zonas es extrema, aunque menos que la de sus vecinos haitianos, inmigrantes que son mano de obra barata en el cultivo de la caña de azúcar. En esa excursión, desde el camión militar camuflado de tigre en el que íbamos, dos mujeres jóvenes lanzaban rotuladores, gomas Milán nata, sacapuntas y otras baratijas a los niños que nos salían al paso. Les pregunté el motivo y la que mandaba, con suficiencia, me contestó que para eso los niños corrían tras nosotros, y lo sabía porque ya habían estado antes. Era su forma de contribuir al desarrollo escolar. El momento escalofriante fue cuando estas damitas del ropero arrojaron desde el camión unos colores a una niña en medio de una carretera, a la vez que nos cruzábamos con un coche. La niña tuvo el tiempo justo de saltar al arcén, alentada por los bocinazos del coche, que tampoco hizo un gran esfuerzo por detenerse. A partir de ahí, tras las exclamaciones de algunos (yo y dos más) del camion, las chicas caritativas empezaron a lanzar los rotuladores con intención de que no cayesen en medio de la calzada. Estaría bien empezar a cambiar la mal entendida solidaridad por la cooperación para el desarrollo. Aunque creo que estas mujeres hacían esto con buena intención, a mi me recordó cuando, acabada la guerra civil española, recién tomada Barcelona por los fascistas, soldados italianos lanzaban mendrugos de pan a los barceloneses desde un camión mientras les filmaban (mi mamá lo vivió en directo).
Bueno, ya he regresado mentalmente.
La foto del césped es mía, de mis pies pisando un pueblecito del interior de República Dominicana del que ignoro el nombre (porque soy una desgraciada que jamás admitirían en Lonely Planet.)
Esta otra la he robado de la web de Duaita, que ha subido fotos nuevas, porque al mirarla he visto el perfil del continente americano, incluido el azul del mar. Aunque si la miro más también distingo la cabeza de un alce oliendo una trufa gigante. No sé, igual si que debería tomar litio o algo...