por aquello de aprovechar los dones naturales. Tres semanas intuyendo que un trabajo se iba a torcer y ¡zas! ¡se torció! No "se desvió un poquito", o "se salió un pelín de la pauta", noooooo; el trabajo se retorció como un escorpión rodeado de fuego. Lo bueno, que el tiempo hace que todo pase. Lo malo, que el cliente se está pensando si sigue con nosotros para la próxima vez. Lo peor, que no puedo matar al proveedor, al maldito escarabajo que tuve por proveedor y con el que no volveré a trabajar n-u-n-c-a. Es una lástima, porque apenas dos días antes de que mi (poco) prestigio se fuera a la mierda, tuve un triunfo de reina de oros gracias a un proyecto que presenté con estas teclitas y que nos adjudicaron en un plis-plas. Curiosamente, lo desarrollé convencida de que no nos lo iban a dar, o sea, con libertad absoluta, porque el cliente, en un rapto de sinceridad, me dijo que aunque me pedía otra opción el trabajo era para los madrileños. ¡Pues no! ¡Es nuestro gracias a que creé sin nada que perder! Ah, menuda lección del destino... En fin, descalabro profesional más o menos, ésta es mi última semana antes de vacaciones pagadas (lalalalala, diez días diez, enteritos, con dos lunes dos de fiesta.) Este lunes horrible, como obrera aplicada, he ido al trabajo a pesar de que aún caminaba mareada por la fiebre recién superada (a 39 me puse el sábado. Me dolía todo tanto que por un momento pensé que iba a dar un estirón.) Hoy me he quitado muertos de encima, me han aprobado unos bocetos, es-pan-to-sos por cierto, y otro cliente me ha encargado una web para después de Pascua y he logrado salir corriendo en dirección contraria (al trabajo) a las 6 peeme. Y ahora, que actualizo el blog gracias a un correo terrorista de Rafa (como no pone post os quedaréis con las ganas --por su culpa-- pero ha tenido gracia) acabo de darme cuenta de que he alcanzado los 10 meses y un día sin un piti colgando de mi boca. La semana pasada en Madrid, con el marronazo de trabajo que me cayó, hubiera pasado de los tres paquetes, fijo. Qué curioso. No tuve ganas de lanzarme sobre un cigarrillo. Creo que era porque estaba totalmente concentrada en rogarle a la Tierra que me tragara en repetidas ocasiones. Y también me concentré en recordar, para evitar el colapso,un par de imágenes que siempre llevo congeladas de cuando estuve en el palacio-museo de Maricel, la Isla Tortuga particular de Elena, bueno, y la mía si ella deja que me esconda en alguna de sus terrazas.
1 comentario:
no me importa compartir la isla, ni sus vistas, ni sus terrazas, ni sus silencios, ni su algarabía...
mejor en compañía!! condicion: que no nos falte un cava bien frío. besos.
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