viernes, 24 de marzo de 2006
No quiero ir a trabajar
ni mañana, ni ningún otro día. No es fácil escribir esto cuando una perra de nueve quilos y mucha personalidad se interpone entre el portátil y mi cabeza. Ella decide cuándo llevo demasiado tiempo atada a la máquina y, la verdad, suele tener razón. No quiero volver a preocuparme por el resultado de mi trabajo, sobre todo cuando una buena parte no depende de mi. Tengo un mal presentimiento sobre el final de un proyecto que culmina la semana próxima y me trae por la calle de la amargura. Me ha venido así, de golpe. Igual mañana pienso diferente. Me encantaría colgar por los pulgares al sádico que inventó el departamento de cuentas en las agencias de publicidad. Igual puedo volver al telemarketing o a vender lo que sea. Mi angustia y yo nos vamos a la cama.
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1 comentario:
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