los anuncios de fascículos: el belén, dibujo y pintura y casa de muñecas andaluza. Hoy es mi primer día de trabajo después de dos semanas de nada y una de sol en Tarragona. Sobre las de nada, el paraíso. Soy feliz con nada, en nada, en la nada. En esos días decías "Amparooo" y el eco contestaba "...aaarooo, aaarooo... " con puntos suspensivos por delante y por detrás. Pobre.
La semana de Tarragona --cinco días en realidad-- la pasé en Cala Romana, en casa de Lydia, hermana de Silvia, y su familia. Sol, paseos, jardín, hamaca colombiana de árbol a árbol, un par de libros, varias noches de canasta, mucha risa y mucha paz. Regresé morena y más rubia. Una delicia que me hubiese gustado alargar, alargar y alargar hasta que hubieran tenido que despegarme de allí con agua caliente. Un millón de gracias por asimilarme.
Estas han sido mis vacaciones. Ahora ya está. El portátil vuelve a estar sobre una mesa y los dos móviles encendidos, tengo un ventilador pegado a mi oreja derecha y ganas de ir haciendo paréntesis para leer las aventuras vacacionales de Richard y de Roser. Ambas prometen. Las del primero, porque se fueron dieciséis o diecisiete personas a convivir a una casa en Normandía (no imagino una tortura mayor) y ya ha anunciado cierto grado de granhermanismo que irá relatando a cachos. Las aventuras de Roser y Ricardo han transcurrido en Japón. Hala, (Amparo) muérete de envidia. Encima, ayer recibí un sms de Verònica desde Japón también. Vale que sólo tengo que bajar a la calle para ver japoneses, pero no es lo mismo. Hala, bienvenida general a quien se pase por aquí y a ti en especial.
Vuelvo a la brecha. Ah, y todo esto sin fumar ;-)
La semana de Tarragona --cinco días en realidad-- la pasé en Cala Romana, en casa de Lydia, hermana de Silvia, y su familia. Sol, paseos, jardín, hamaca colombiana de árbol a árbol, un par de libros, varias noches de canasta, mucha risa y mucha paz. Regresé morena y más rubia. Una delicia que me hubiese gustado alargar, alargar y alargar hasta que hubieran tenido que despegarme de allí con agua caliente. Un millón de gracias por asimilarme.
Estas han sido mis vacaciones. Ahora ya está. El portátil vuelve a estar sobre una mesa y los dos móviles encendidos, tengo un ventilador pegado a mi oreja derecha y ganas de ir haciendo paréntesis para leer las aventuras vacacionales de Richard y de Roser. Ambas prometen. Las del primero, porque se fueron dieciséis o diecisiete personas a convivir a una casa en Normandía (no imagino una tortura mayor) y ya ha anunciado cierto grado de granhermanismo que irá relatando a cachos. Las aventuras de Roser y Ricardo han transcurrido en Japón. Hala, (Amparo) muérete de envidia. Encima, ayer recibí un sms de Verònica desde Japón también. Vale que sólo tengo que bajar a la calle para ver japoneses, pero no es lo mismo. Hala, bienvenida general a quien se pase por aquí y a ti en especial.
Vuelvo a la brecha. Ah, y todo esto sin fumar ;-)
5 comentarios:
Días de clon y cartas ;-D
Silvia.
M'encanten els primers fascicles, sempre n'agafo algún que després no se que fer-ne. És com anar al mercadillo i comprar xorrades.
Bienvenida reina, te echaba mucho de menos! Mucho mucho.
A mi lo de las colecciones me hace mucha gracia porque cuando consiguen que te enganches, van y la interrumpen... Yo empecé la colección de los taxis del mundo, y al final tuve que contactar con la editorial porque no había forma de encontrarlos en ningún quiosco...
En fin, que me alegro que hayas sobrevivido a la hamaca colombiana y que estés de vuelta.
En mi edad adulta sólo logré acabar una colección de fascículos sobre criminales famosos. Si siempre lo digo: "la cabra tira al monte" :-)
Bienvenidas todas, guapas.
Hola Amparo! Bienvenida a casa. También se te ha echado en falta por aquí ...a ti y a tus entradas de blog.
Las colecciones son un engaño. De chaval me pasó como a Roser-Pen, que invertí dos años de mi escuálida asignación de adolescente reuniendo con paciencia una série de cómics que a falta de dos números del final interrumpieron sin otra explicación, para reeditarla desde el principio.
Nunca supe como terminó la cosa. Durante el primer año, més a més, vi pasar de reojo por el kiosko todos los números que ya tenía; pero para cuando terminaron los dos años y un día de castigo que nos había impuesto la editorial a sus lectores más fieles me había hecho demasiado mayor para esa clase de chorradas y ya las buscaba de otro color.
Creo que fué así como descubrí la existencia del márquetin y su absoluta falta de escrúpulos.
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