martes, 26 de febrero de 2008

Imagínate la situación: mi anorak beig sobre la cama

de mi madre mientras conversamos. Aparta su mirada de mi y la clava en la cama.
- ¿Por qué has vestido a la perra así?
- Mamá, es mi anorak.
- ¿Y por qué lo disfrazas como si fuera la perra? Desde luego que estás tonta, Amparo.

Pues no diría yo que no...

2 comentarios:

Laura Abella dijo...

ánimo!

Djabliyo dijo...

Sé que las causas son muy diferentes, pero igualmente, te cuento la anécdota.

Imagínate la escena: mi abuela, internada con su amigo el alemán, Alzheimer, en una residencia geriátrica; con unas vistas fabulosas al jardín de la misma y, en los límites de éste, un frondoso bosque.

Vale que da para dejar volar la imaginación, pero es que la buena mujer, en más de una ocasión, empezaba a describir situaciones que iba viendo suceder.

En este caso en particular, mi madre, como cada tarde, estaba pasando unas horas con ella. En esto, que mi abuela le empieza a describir, emocionadísima, todo un desfile de las fuerzas armadas (de principios a mediados del siglo XX, deduzco), señalando a mi atónita madre cada grupo, y describiéndoselo en un detalle exquisito.

Querida, prepárate para lo increíble, porque tu madre, como mi abuela entonces, ve más mundos que los que podamos ver tú o yo.

Ah, e insisto: no quiero sugerir que lo que afecta a tu madre sea ni parecido a le pasaba a mi abuela, pero ese punto parecen tenerlo en común.

Besucos para las dos, y un peasso de achuchón a la loca de la Indiana