No sólo fuma, sino que tiene el mismo cenicero que yo tenía, uno super sesentoso, redondo, como las sillas de "2001" pero con tapa, para encerrar colillas y colillas (caben 20 con holgura, solvencia contrastada.) Me lo regaló Mónica para uno de mis cumples y vive dios que mientras estuvo en mi poder cumplió como pocos ceniceros lo han hecho. Y aquí estoy, en su casa, delante del ordenador, con el cenicero kubrickiano a mi izquierda y un sendo paquete de malboro a mi derecha. Y no malboro light, sino el de verdad, el de la calada potente. Como Xavi es un buen amigo me ha dejado al alcance un estupendo Marqués de Riscal que me acompaña mientras yo actualizo y él cocina. Igual debería dejar esto e ir a ayudarle, claro que debería hacer tantas cosas que no hago... Y además, las cocinas suelen ser territorios muy íntimos, casi tanto como los cuartos de baño. Si yo fuese super rica, pero rica de las que jamás saben en qué día viven ni qué tarjeta les da puntos descuento, tendría un baño de invitados totalmente aséptico y mis amigos jamás sabrían dónde está el baño de mi casa. Es el único espacio que descubre t-o-d-o-s los secretos de una persona. O, por lo menos, de una persona como yo.
El miércoles acabo el trabajo estresante. Por una parte me quedo en el paro. Y por la otra parte doy gracias al cielo porque estaba físicamente en la ruina.
Propósitos para la próxima semana: dejar de comer y aprender inglés. ¡Ja! Que noooo, que sólo me concentraré en dejar de comeeeeer.
La mesa está servida. Me voy a cenar lomo a la cerveza, ensalada César, queso de cabra buenísimo y más cosas que aún no sé.
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