sábado, 17 de marzo de 2007

A veces, en la playa, mirando el

horizonte sentada en la arena, la temperatura es perfecta, el sol va cayendo sin prisa, solo huele a mar y los pesados que han jugado a palas desde mediodía se han largado, me esfuerzo en guardar las sensaciones para rememorarlas más adelante y escapar hacia la paz. Es como cuando hace mucho calor y pienso que sería perfecto almacenar un poco de bochorno para usarlo en esos días de invierno tan desapacibles. Bueno, pues hoy he logrado reproducir durante un par de segundos un atardecer marino. Seguro que es una mezcla de todos los vividos, aunque la playa era larga y la arena fina, como los de Cubelles en casa de Mercé, o los de Calafell, de cuando éramos críos mi hermano y yo y pasábamos los tres meses de vacaciones en casa de mis tíos. Se acerca mi cumpleaños y este año no me importa.
Espero que se me pase pronto el ataque de lirismo.

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