Así se llama el médico de cabecera suplente de la médico habitual de mi madre. Hoy ha estado en casa, porque hace unos diítas que estamos un poco agitadas y doloridas, así que he llamado a la Sanidad Pública, principalmente por compartir el agobio. Y, voilà, Tanaka ha entrado en nuestras vidas. Además de japonés y médico es hombre, tremenda combinación, con lo que insistía en explicarle a mi madre lo de sus vértebras chafadas radiografía en mano, una y otra vez. Yo, que la conozco bien, veía como, con la mirada, ella intentaba transmitirle "dame la morfina y ¡lárgate!", y, claro, he tenido que pedirle que diera por dadas las aclaraciones sobre osteoporosis y sus circunstancias y pasáramos sin más dilación a escribir recetas y más recetas. Bueno, todo este rollo es el preámbulo para contar que Tanaka, arrojado como pocos, me ha dicho que he de perder peso. A ceja alzada le he contestado que acabo de dejar de fumar y me lo como todo pero él, impasible, ha insistido. Le he respetado por su edad, por su cultura milenaria y porque no tengo ni idea de cómo deshacerme de un cadáver.
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