lunes, 9 de enero de 2006

Buen principio de año

Principalmente, porque hoy peso un kilo y setecientos gramos menos que hace una semana. El 2 de enero terminé de comer cosas ricas y empecé a engullir comida sana y eso. Un aburrimiento que da sus frutos. Sigo estando inconmesurable, pero casi dos kilos más cerca de Claudia Schiffer, por poner un ejemplo de fácil comprensión. Para olvidarme del hambre, esta tarde me he comprado dos pares de botas. Unas cortas, negras y superideales y otras altas, verdes y algo experimentales. Igual me sale un pelín caro dejar de comer. No sé cómo lo hago, pero no hay forma de ahorrar en esta casa... Respecto al humo, esta mañana me hubiera liado a caladas, algo que no me paso la noche de fin de año, ni tampoco la de Reyes, cuando cené con tres chimeneas. Y sospecho con una sonrisa que una de las chimeneas (San Xavi, ¡quién si no!) se contuvo y no fumó todo lo que quería, igual porque me senté a su lado. Ah, otra cosa buena: Llantiol es un café-teatro "sin humo". Hace siete meses y una semana me hubiera hecho el hara-kiri al acabar la función, pero ahora me alegro. Francamente, a mi me ayuda que no haya fumadores alrededor. Y no soy la única: una compañera de trabajo, que fuma como una desesperada, hoy ha confesado que está de peor humor que antes (la verdad, es que apenas se le nota; sigue siendo un encanto) pero que la ley anti-humo la está ayudando a rebajar el consumo de forma drástica: de casi dos paquetes a diez cigarrillos al día. Mientras unas dejan de fumar poco a poco, los estanqueros se rasgan las vestiduras porque venden menos, y ésto sólo es el principio. No es por molestar, pero ¿ese gremio no imaginaba lo que iba a pasar hace un año? Quiero decir que han tenido tiempo de darle vueltas a la reconversión del sector, ¿no?

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