lunes, 2 de enero de 2006

Sobrevivimos

Al parecer, ni los Polos se han derretido, ni se ha abierto la falla de San Andrés, ni la estatua de la libertad anda enterrada en arena hasta el cuello. La humanidad (de este lado de aquí) ha sobrevivido al primer día laborable sin tabaco. Y eso es bueno. En mi trabajo, algunas compañeras bajaban hasta la calle a hacerse un piti, y una de ellas ha comentado que estaba pasando por un momento tenso un par de veces, pero no ha habido suicidios colectivos. Y si los ha habido, ni punto de comparación con los de Nueva York en el 29.
Hoy sería un día excelente para mi si no fuera porque acabo de empezar la dieta. Ni por asomo confesaré el tonelaje al que he llegado en apenas siete meses; sólo apuntaré que empiezo a estar más ancha que alta, o que en caso de escoger boxeo como sistema operativo pertenecería a la categoría de peso welter. A la que cierre el portátil me lanzaré sobre las dos mandarinas que quedan en el frutero, acurrucadas la una contra la otra, porque tengo más hambre que el perro de un maestro de escuela ciego. Y mañana, oh jornada heróica donde las haya, empiezo la gimnasia en aguas profundas. He avisado en el trabajo que si no aparezco a media mañana me hagan el favor de enviar al Samur a mi gimnasio y busquen en el fondo de la piscina, por favor. Ah, casi se me olvida. Hoy hace siete meses que dejé de fumar. He superado los 8.500 cigarrillos no fumados y me he ahorrado más de 1.000 euros (en tabaco, porque como dice el sabio Extrujado, mejor no hacer cuentas de los invertido en comida para aplacar al mono... )

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