jueves, 4 de enero de 2007

A petición del respetable, explicaré mi experiencia

de ayer en la función del Cotton Club en el Auditori. Por descontado, no voy a hacer una crítica musical, sólo daré mi opinión de amante del jazz. Vaya por delante que disfruté, di palmas, canté, bailé en la butaca y sonreí todo el tiempo. De todas formas, algo debió pasar porque Laura esperaba ver a decenas de personas en el escenario, tal y como muestra el programa de mano. De verdad, haciendo recuento de memoria no me salen más de dieciséis o diecisiete, así que igual la sesión del miércoles falló, por culpa del atentado de Barajas o por cualquier otra razón que ningún responsable del espectáculo explicó. Qué raro. Bueno, entro al detalle.

Punto uno.
El Auditori no es un buen lugar para recrear un club de jazz. Le sobran parqué y metros cúbicos y le falta humo, alcohol, y sudor de lo bailado. El reducido elenco se esforzaba en crear un ambiente canalla y cálido, pero como que no. Las cantantes y los bailarines simulaban ser público que bebe (sidra El Gaitero y Font Vella, palabra de butaca de anfiteatro en primerísima fila sobre el escenario), se reta por un quítame allá ese hombre o esa mujer, y deambula por un espacio enorme . Resultaba gracioso ver a dos mujeronas, una a cada lado del escenario, lanzándose improperios porque una baila con el hombre de la otra. A esa distancia, la lagarta que quiere ligar con tu chico ha tenido tiempo de quedarse embarazada de él antes de que le llegue tu insulto. En fin. queda claro que el espacio es totalmente inadecuado. Hubiera sido mejor una sala de pequeño formato.


Punto dos.
El repertorio fue demasiado fácil. Tanto que fui capaz de seguir todas las canciones con estribillo incluido. Si algo me gusta del jazz, más allá de que me remueva por dentro, es dejarme llevar por sensaciones nuevas, cerrar los ojos y seguir el ritmo con la cabeza, con la nariz.

Punto tres. El público vivía sin vivir en él. Para empezar, la relación entre escenario y público era casi inexistente. El maestro de ceremonias trataba de enrolar al público, incluso soltaba algunas palabras en castellano bastante graciosas, pero había demasiada distancia, tanto por el idioma (chistes en inglés de Harlem) como por los metros que separaban a unos de otros. En Barcelona vamos flojos en inglés-inglés, digamos que es una ciudad en eterno intermediate. También es cierto que yo iba a ver a los del Cotton Club, al contrario de otros muchos que no pueden evitar ir al Auditori. Una mujer sentada en la fila de atrás me llamó la atención porque no la dejaba ver. Me disculpé mucho por estar siempre abocada en la baranda del anfiteatro, bailando y dando palmas, aunque no pude evitar pensar que mi actitud era la normal. Claro, la pobre iba al teatro y estaba desasosegada con lo que se encontró. Encima, en el saludo final, los músicos salen con sus instrumentos de viento, dispuestos al bis. Pues ¡el público les dejó ir sin más! Gracias chicos de Harlem, hemos disfrutado mucho, hala, nos vamos a casa que mañana madrugamos. ¡Pa estrangularlos a tos!

Anyway, como he dicho al inicio de esta entrada, disfruté mucho al dejarme llevar, una de las esencias del jazz. Ahora me he quedado con ganas de volver a los tugurios de jazz que habían en Barcelona, aunque creo que han desaparecido casi todos, y también de pillar un vueling y regresar a NYC para dar una vuelta, tomar sushi en cualquier garito del Down Town y sumergirme en bourbon bar a bar, escuchando buena música. Todo eso sin fumar. Será un Nueva York diferente.

2 comentarios:

houser & houser dijo...

buena crítica sí señor. La verdad es que a mi me paso un poco lo mismo, porque pensaba que iba a ver claqué y me encontré con una (para mi) pedazo de banda tocando chuck berry, ray charles y james brown. Y bueno, como me encanta el rock n' roll, yo encantado...

Anónimo dijo...

Mhmm... tenemos aquí mismo bandas y orquestas de jazz que tocan swing y hot jazz de la época del Cotton, el Roseland y el Savoy, y tienen muy poco, o nada en absoluto, que envidiar a las de fuera. Vale la pena conocer el circuito y seguirles la pista si os gusta el "jazz para bailar" anterior al bebop (años 20 a los 50).

Los componentes de estas bandas son gente apasionada por el swing y su línea de trabajo es muy fiel a la original. Son grupos profesionales, eviedentemente que sí, pero su motivación va más allá del sueldo. Les apasiona lo que hacen, y a menudo te los puedes encontrar tocando en la calle por el puro placer tocar, de disfrutar de esta música y hacer disfrutar a los demás. En general, obtendreis un feeling mucho más auténtico que con un espectaculo teatral coreografiado para un público sentado en un anfiteatro y que no sabe exáctamente qué es lo que ha ido a ver.

Cada semana, creo que los miércoles, podéis escuchar a los Ivanow Jazz Group en el "Jazz Sí Club" en la calle Requesens frente al "Taller de Músics"; el garito es ínfimo en tamaño pero grande en calidad (y con mucho, mucho humo, Amparo). También está La Locomotora Negra, una auténtica big band y los decanos del swing catalán (tenéis su programa en http://www.lalocomotoranegra.com), La Vella Dixieland http://www.lavelladixieland.com/Sitio%20web/inici.html, The Hot Swing Machine ...estos son sólo unos pocos, hay más.

Cuando una de estas bandas coincide con un público que además de escuchar, baila swing, el espectáculo está garantizado.

En el ateneo "la Aliança del Poble Nou" se organizan espectáculos de este tipo varias veces al año; también ocasionalmente en la sala "Apolo".

Muy, muy, muy recomendable.