lunes, 16 de julio de 2007

Ahora mismo he empotrado en mis orejas unos mini

auriculares por donde oigo algo de jazz para no oír los ronquidos de un vecino. Estaba en mi mini despacho, acabando unos documentos, concentrada, confiada, cuando una respiración fuerte, rítmica, cojonera, ha invadido el silencio de la noche.

Hay pocas cosas que me sacan de quicio: la estupidez como elección, el ruido al comer que hace la gente cochina y los ronquidos. Yo ronco d-e-v-e-z-e-n-c-u-a-n-d-o. Vale, me lo han dicho alguna vez, o como comentario vuelapluma de alguna amiga viajera que espera resignada la respuesta "pues tú también", o susurrado por algún interfecto con la complicidad tontorrona que parece conferir una intimidad transitoria, y mal entendida en algunos casos.

El caso es que hay un capullo que ronca en mi ventana, bueno, relativamente cerca, a un piso por arriba o por abajo, y se me ha ido la concentración a Cuenca. Ahora mismo no sé si irme allá a buscarla, y de paso aprovecho y me doy una fiesta mayor en cualquier pueblo ya que es verano, o me arriesgo a quitarme los auriculares a ver si el roncador ha parado (o ha muerto).

Me he arriesgado. Ya no lo oigo. Si ha muerto me enteraré mañana. Si sólo ha parado temo que me enteraré algo más pronto. Por si acaso, seguiré con los auriculares puestos.
Lo de irme a Cuenca tampoco hubiera estado mal.

2 comentarios:

Laura Abella dijo...

Conozco una chica que se encontró a John Malkovich en las casas colgantes de Cuenca ¡en serio! allí, ... nunca se sabe.

roser_pen dijo...

jajaja, oye pues me voy contigo a Cuenca!!! todo sea por ver a Johny...