miércoles, 11 de febrero de 2009

Llevamos en casa varios días dándole vueltas

a la cosa de la eutanasia. Mi madre, que cuando está aquí, está mucho, no para de decirme que ella ya ha tenido bastante, que a lo que ella le pasa no se le puede llamar vida y me sondea cada vez que me pilla desprevenida sobre métodos de ayuda, médicos colaboradores y cosas por el estilo.
Hoy, que me ha sorprendido mareada, le he dicho que en vez de eutanasiarla la iba a enviar a la Luna en un cohete y se ha puesto a reír. El día que no me responda así tendré un problema.

Algo de egipcias debemos tener mi antepasada y yo porque hablamos de la muerte y su circunstancia con total tranquilidad desde que yo era muy pequeña. Quizá algún día cuente la cantidad de espíritus que siempre han rondado mi casa. Amenábares a mi...

Supongo que mi madre saca a colación la eutanasia por la cantidad de noticias sobre Eluana Englaro, la mujer italiana que acaba de morir, una vez sus padres consiguieron desconectarla tras diecisiete años en coma vegetativo.

Pero no quería hablarte de eutanasia, sino de las malas prácticas periodísticas que han hecho de este caso (además de la felonía de Berlusconi y de la Iglesia Católica) un tira y afloja que nada tiene que ver con la verdad que ha vivido esa familia.

Televisiones, prensa e internet rebosan fotos de Eluana Englaro en la plenitud de la vida hace exactamente diecisiete años, tantos como los que llevaba vegetando.
Una belleza mediterránea, explosiva, llena de energía y de confianza es lo que nos muestran todos los medios de comunicación. Esa imagen apartada de la realidad, actual sumado a las declaraciones de familiares, del presidente de Italia y de los representantes autorizados del culto católico, ha formado una argamasa que dificulta la visión.

Englaro, diecisiete años después de que la vida huyera de su cuerpo y las ley y sus máquinas la obligasen a seguir respirando, seguro que era un cuerpo exhausto, incapaz de conservar algún rasgo que suscitase empatía humana, sólo una enorme y triste compasión, la misma que se puede sentir ante el vacío oscuro y desolador que suscita un cuerpo deshauciado en su punto de no retono.

Volviendo a la práctica periodística, ningún profesional debería ilustrar una noticia sobre eutanasia como se ha hecho con Englaro por un hecho simple: respeto por el derecho a escoger. Hemos de ser dueños de nuestro destino, debemos poder decidir cuál es el grado de dignidad con el que deseamos vivir y, en última instancia, morir.

Ilustrar un debate tan cargado de tabúes como la eutanasia con imagenes que no tienen nada que ver con la realidad es propio de malas personas. Cualquiera de nosotros es capaz de ponerse en el lugar de la familia, independentemente de estar a favor o en contra del derecho a morir dignamente, sin una foto que nos empuje a la compasión. No es necesario hurgar en la llaga. Mejor hagamos acopio de respeto, porque los padres de esta italiana jamás han tenido que tomar una decisión tan difícil, dolorosa y desgarradora.

Derecho a morir dignamente

3 comentarios:

Eva dijo...

Inmiscuirse en la vida de los demás es práctica común de los altos cargos representantes del catolicismo y seguidores.Me pregunto donde dejan la caridad que tanto predican.Y también me porque se creen en posesión de la verdad.Y acaso esto último no es arrogancia,altivez,vanidad;y no son estos sinónimos de soberbia.Si mal no recuerdo la soberbia es uno de los 7 pecados capitales.Entonces,quién peca ahora,unos padres destrozados por el sufrimiento y por la decisión que han debido tomar o los que les acusan.

Anónimo dijo...

Políticos y religiosos se arrogan el derecho a decidir sobre la vida y la muerte de los demás, incluso se arrogan la exclusividad de la valoración ética de esta decisión; pero no tienen ningún derecho moral para hacerlo.

Mucho menos cuando son LOS RESPONSABLES de cultivar una sociedad que cada día es más ignorante, insolidaria, egoísta, espiritualmente miserable y manipulable.

En última instancia, la única propiedad real que tiene un ser humano es su propia vida, su tiempo y su existencia. Nadie que no sea uno mismo tiene ni ha de tener potestad sobre ella.

El estado se ha adueñado de nuestro tiempo a razón de 40 horas semanales (querían 60, hace poco).

La iglesia se ha adueñado de nuestra alma durante la eternidad.

Ningún ser humano puede decir que es dueño y señor de su vida, - que es LIBRE -, si no es al mismo tiempo dueño y señor de su muerte.

¡Qué menos que esto!

Ramón Sampedro, el último espíritu libre.

roser_pen dijo...

Absolutamente de acuerdo con B-Lego. Yo no podría expresarlo mejor.
Beso a todos.