sábado, 28 de febrero de 2009

Mi pelo empezó a huir de mi cabeza el jueves.

Agradable no fue, sobre todo porque el corte me quedaba muy bien y porque la haber pasado tres semanas creí que no me iba a pasar, como mucha gente me decía.

Un par de días antes empezó a picarme mucho la cabeza, síntoma de que las células capilares andaban nerviositas. Pero el miércoles aún estaba todo el pelo en su sitio. Al día siguiente, mientras esperaba la visita de la oncóloga, previa a la quimio, me pasé la mano por el pelo, gesto habitual en mi, y comprobé que, de golpe, caía a puñados. Ahí mismo, en la sala de espera, no pude evitar que me cayeran algunas lágrimas. Menos mal que la gente que espera contigo están curados de espanto.

Por la noche tuve que cocinar con un pañuelo puesto para evitar un desastre culinario y el viernes por la mañana en la ducha el resultado fue espeluznante. Lo peor fue que, al peinarlo, había más pelo en el resto de mi piel que en donde nunca debió de moverse. Por un momento creí que el cáncer me estaba mutando en bigfoot.

Ayer viernes, segunda sesión de fuego en el cuerpo, esta vez de verdad. A media sesión estaba tan tranquila navegando y enviando mensajes cuando un dolor impresionante empezó en las lumbares, subió por la médula y fue directo a la cabeza. Entre que el episodio empezó y me lo calmaron, chutándome algo en vena, pasaron diez minutos, pero fueron espantosos.
Lo bueno de hacer quimio en una sala compartida es que siempre hay alguien que ha pasado por ello y te tranquiliza. Así lo hizo conmigo una mujer joven, que lo había sufrido en su sesión anterior.

Aproveché el tirón del calmante para ir a mi pelu y raparme. Ayer, el descabalgamiento capilar ya era imparable. Ahora tengo la cabeza como una bolita de billar (o una bola de bolos, no vamos a discutir por el tamaño) pero no estoy mal. Creo que la quimio me está mutando el ego para bien.

Hoy sábado, a pesar de la paliza física por la que pasé ayer, estoy estupenda.
Ah, me sentaría tan bien pasar unos días sola. Pero como no puede ser, trataré de aprovechar las siestas.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Dentro de no mucho tiempo habrá mucha gente que le dará gracias a Diós (o al diablo) de que tu hayas pasado por esto antes que ellos, porque serás tu quien estará allí para ayudarles a superar este trance.

Cuando quieras vamos a comprar pelucas.

...y me pido la verde.

Besos.-
;)

Lucía Solís dijo...

¡Oye! Y si no compramos pañuelos de colorines como los que usan las subsaharianas. Monísimos!!!! Venga, guapa, yo veo con mi niña cada día Hannah Montana y la amiga lleva unas pelucas de colores estupendas... Eres una crak explicando las cosas con ese toque irónico y de humor que no te abandone. Muak

Amparo dijo...

Tengo una colección de pañueeeeelos ;-))) (y eso que acabo de empezar)

Laura Abella dijo...

Hola guapa! Muchos ánimos. Es parte del proceso de CURACIÓN. No lo olvides.

Yo me apunto a lo de las pelucas y los pañuelos !!!