El último Camel me lo fumé la madrugada de un dos de junio en el balcón de casa, y desde entonces ni una calada. Humo ajeno sí, mucho, pero propio ni por asomo; no podría volver dejarlo.
En estos dos años he construido este bloc, mi amiga de siempre ha muerto, he cambiado de trabajo cinco veces, he incorporado nuevas personas a mi vida, he recuperado a alguna que se había despistado, he roto definitivamente con otras (por lo menos, eso espero) y he engordado 20 kilos, cinco de los cuales ya están fuera de mi masa planetaria. He empezado a meter la nariz en técnicas de meditación y, sobre todo, he aprendido a hablar conmigo misma. Toda la energía que distraía el cigarrillo la concentré en el diálogo interior, porque dejar de fumar no ha sido ni fácil ni cómodo.
La pregunta que me hacen algunas personas es qué siento dos años después. Ojalá tuviera una respuesta "Wilder", pero no es así. Respecto al cigarrillo, su olor me sigue evocando situaciones placenteras; más de una vez, y de dos, me apetece fumar, y siempre que puedo evito los pecaminosos estancos. Me sigue gustando la estética del tabaco: mecheros, ceniceros, cajetillas, anuncios... pero sin deseo "por consumar". Y algo que considero un gran logro: no me imagino fumando porque he conseguido disociar la imagen del cigarrillo de la mía.
El ambiente general también contribuye a que prosiga mi abstinencia. El otro día fui con Mercé y Robert, su novio, a un bar y para comprar tabaco en la máquina fue necesario que un camarero la activase con un mando a distancia anti-menores. Otras personas me explican lo afortunadas que son porque en su trabajo les han reservado un cuartucho maloliente, o les dejan acceder al balcón de los aires acondicionados, una pasarela ruidosa y no demasiado limpia, donde pueden fumar sin salir a la calle. Algunas empresas empiezan a pensar en la posibilidad de descontar del sueldo el tiempo que los fumadores pasan fuera del edificio refocilándose en su vicio. Socialmente se ha admitido que el tabaco es una droga y el fumador es un toxicómano. Y, claro, cuando pienso en todo eso, quizá gracias a que soy de natural pacífica, quizá porque tengo una edad en que lo relativo cobra más importancia, me entra una tremenda pereza y dudo que vuelva a fumar. Porque si me imagino fumando sin tomar suficiente distancia, se me llevan los demonios. Me molesta profundamente la estigmatización de un grupo de personas para expiar demonios propios, sin pensar más allá. La mayor parte de medidas y mensajes anti-humo son majaderías que no alejan, sino que refuerzan el hábito, sólo por llevar la contraría o por rechazo a pertenecer al rebaño de meapilas.
¿Vale la pena dejar de fumar? Mira, no creo que el tabaco de para ponernos épicos. O fumas o no. Mi elección fue dejarlo pero no por el cáncer, o el enfisema o el envejecimiento prematuro. Dejé de fumar porque el cigarrillo pasó de ser un placer a una dependencia y odio sentirme ligada a algo. Creo que por eso adoro cualquier cacharro inalámbrico y elevo el wifi a la categoría de divinidad contemporánea. Si pudiera ser como otras personas --las hay, lo he comprobado-- que hoy fuman tres cigarrillos mientras trasiegan una copa y no vuelven a tocar el tabaco en seis meses, seguramente seguiría fumando. Pero como no es así, mejor no pensar en ello. Quizá dentro de veintiocho años, cuando lleve tanto tiempo sin fumar como el que he pasado fumando, pueda decir que el ying y el yang están en paz. Hasta entonces, sigo siendo fumadora, sólo que no practicante. Lo cierto, por lo menos en mi caso, es que llega un momento en que el mono se cansa y se larga. Alguna vez vuelve, abre la nevera, se toma la última cocacola, me mira y me saca la lengua, pero ya no vive conmigo.
Amparito, eres una campeona. ¡A por los tres!
En estos dos años he construido este bloc, mi amiga de siempre ha muerto, he cambiado de trabajo cinco veces, he incorporado nuevas personas a mi vida, he recuperado a alguna que se había despistado, he roto definitivamente con otras (por lo menos, eso espero) y he engordado 20 kilos, cinco de los cuales ya están fuera de mi masa planetaria. He empezado a meter la nariz en técnicas de meditación y, sobre todo, he aprendido a hablar conmigo misma. Toda la energía que distraía el cigarrillo la concentré en el diálogo interior, porque dejar de fumar no ha sido ni fácil ni cómodo.
La pregunta que me hacen algunas personas es qué siento dos años después. Ojalá tuviera una respuesta "Wilder", pero no es así. Respecto al cigarrillo, su olor me sigue evocando situaciones placenteras; más de una vez, y de dos, me apetece fumar, y siempre que puedo evito los pecaminosos estancos. Me sigue gustando la estética del tabaco: mecheros, ceniceros, cajetillas, anuncios... pero sin deseo "por consumar". Y algo que considero un gran logro: no me imagino fumando porque he conseguido disociar la imagen del cigarrillo de la mía.
El ambiente general también contribuye a que prosiga mi abstinencia. El otro día fui con Mercé y Robert, su novio, a un bar y para comprar tabaco en la máquina fue necesario que un camarero la activase con un mando a distancia anti-menores. Otras personas me explican lo afortunadas que son porque en su trabajo les han reservado un cuartucho maloliente, o les dejan acceder al balcón de los aires acondicionados, una pasarela ruidosa y no demasiado limpia, donde pueden fumar sin salir a la calle. Algunas empresas empiezan a pensar en la posibilidad de descontar del sueldo el tiempo que los fumadores pasan fuera del edificio refocilándose en su vicio. Socialmente se ha admitido que el tabaco es una droga y el fumador es un toxicómano. Y, claro, cuando pienso en todo eso, quizá gracias a que soy de natural pacífica, quizá porque tengo una edad en que lo relativo cobra más importancia, me entra una tremenda pereza y dudo que vuelva a fumar. Porque si me imagino fumando sin tomar suficiente distancia, se me llevan los demonios. Me molesta profundamente la estigmatización de un grupo de personas para expiar demonios propios, sin pensar más allá. La mayor parte de medidas y mensajes anti-humo son majaderías que no alejan, sino que refuerzan el hábito, sólo por llevar la contraría o por rechazo a pertenecer al rebaño de meapilas.
¿Vale la pena dejar de fumar? Mira, no creo que el tabaco de para ponernos épicos. O fumas o no. Mi elección fue dejarlo pero no por el cáncer, o el enfisema o el envejecimiento prematuro. Dejé de fumar porque el cigarrillo pasó de ser un placer a una dependencia y odio sentirme ligada a algo. Creo que por eso adoro cualquier cacharro inalámbrico y elevo el wifi a la categoría de divinidad contemporánea. Si pudiera ser como otras personas --las hay, lo he comprobado-- que hoy fuman tres cigarrillos mientras trasiegan una copa y no vuelven a tocar el tabaco en seis meses, seguramente seguiría fumando. Pero como no es así, mejor no pensar en ello. Quizá dentro de veintiocho años, cuando lleve tanto tiempo sin fumar como el que he pasado fumando, pueda decir que el ying y el yang están en paz. Hasta entonces, sigo siendo fumadora, sólo que no practicante. Lo cierto, por lo menos en mi caso, es que llega un momento en que el mono se cansa y se larga. Alguna vez vuelve, abre la nevera, se toma la última cocacola, me mira y me saca la lengua, pero ya no vive conmigo.
Amparito, eres una campeona. ¡A por los tres!
27 comentarios:
Oye, Amparo ¿tú sabes cómo puedo enviar una ovación cerrada desde el otro lado hacia tus comentarios?
Como lo has hecho está perfecto ;-)
Sigue asi que llegará un día que tu madre se encontrará al mono en la nevera le metera un soberano fostión que lo convertirá en una suculenta tortilla de patatas.
Pobre mono como se la encuentre... ;-)
A los que nunca fumaron les parecerá una soberana estupidez esto de las felicitaciones por los años de abstinencia, pero, como ya sabes, tambien yo pertenezco "al otro lado del humo", y que menos que dedicarte una gran felicitacion.
Enhorabuena.
¡Gracias Violeta! ;-)
Hip, hip, hurraaaaaaa!
Felicidades maravilla!
Silvia.
Maravilla agradece a Hada los Hip. Que semanita llevo de "quién me mandaba a mi dejarlo en la flor de la vida"...
Te felicito!!
Me siento totalmente identificado contigo. LLevo un año y medio sin fumar, después de 25 fumando, por lo que mis sentimientos son exactamente los tuyos. Amiga, vamos por buen camino. Un beso. Manuel
Gracias Manuel. Es cuestión de constancia y de hacerse amigo del mono. A lo tonto, a lo tonto ya llevo 5 años y pico :-) ¡Mucha suerte!
Yo llevo, n tanto tiempo, un año y ocho meses...y no suelo ver al mono...sin embargo me acuerdo muy de vez en cuando de algun momento agradable relacionado con el tabaco, aunque la realidad es que me quemaba por dentro. Tambien como muchos envidio a la gente que es capaz de fumar de vez en tanto, la envidio por que yo no seria capaz de hacerlo.
hola,yo he dejado de fumar hace dos años y me alegra leer lo que has plasmado porque siento lo mismo que usted desde la primera letra a la última,SEGUIREMOS CON ESTA LUCHA DIARIA ,un saludo
Amparo, yo hace dos anyos que deje de fumar, siento lo mismo que tu, fumaba desde hacia 15 dos paquetes diarios que podian ser mas los findes hasta que un dia dije basta y ahi estamos. Seguimos adelante
animo muchos pasamos por lo mismo
Gran merito alejarse del maldito cigarro; doble merito colocar tan sutil las palabras sin el maldito cigarro. Muy bonito Amparo, un placer leerte.
No sé quien eres, pero has despertado en mi un sentimiento muy bueno, creo que es admiración. Mi situación puede ser parecida a la tuya con el tabaco, pero la forma (maravillosa, sigue escribiendo siempre) en que lo expresas y las cosas que sientes son reconfortantes. Que haya gente como tu. Mucha.
Javier
Ole, Ole y ole...yo llevo 2 años sin fumar (fumadora de 2paquetes).....estoy contigo desde la primera frase a la última.frase ...GENTE , Si SE PUEDE!!!! Esto si q es VIDA!!
Me ha encantado la definición de fumador no practicamte. Yo llevo ya un añito y me siento así.
Hola Amparo todavía estas ahi?? Si es asi me alegro yo llevo16 meses sin fumar todo un logro , te felicitooo Andrea.
Oye me ha encantado la explicación y exposición que has hecho,mi enhorabuena para ti y decirte que me veo reflejado en muchas cosas que cuentas
Oye me ha encantado la explicación y exposición que has hecho,mi enhorabuena para ti y decirte que me veo reflejado en muchas cosas que cuentas
Yo llevo tres años y todavía me visita el mono, todavía me acuerdo cuando me decían a los dos meses no te acuerdas. Nunca el fumador debe bajar la guardia y cuando nos visite el mono le decimos lo bien que vivimos sin el y ahorrandonos una pasta.
😂😂😁😂😂😂😂
Hola Amparo, yo hoy hace dos años también deje de fumar lo hice 23 años promedio paquete y medio a veces lo extraño pero lo más importante nunca una recaída me felicito yo mismo por unos logros personales y el que en verdad quiere puede gragrac
Amparo, enhorabuena, dos añazos sin fumar son un logro que solo las que tambien pasamos por eso conocemos. Yo tambien dos años sin, ya. Yo también me fumaba alguno de vez en cuando, pero no. Yo también diez o doce kilos. A mi también me sigue atrayendo la cacharrería ligada al tabaco. Yo también no fumo por no estar dependiente, y no tanto por el riesgo de cáncer. Yo, igual que tú, me digo que no volveré a fumar por que no creo que pudiera aguantar el tener que volverlo a dejar, ya que me ha costado un esfuerzo como un mundo de grande. Pero sabes qué? venía yo buscando, a ver si encontraba en tu texto un aspecto en concreto...y es que verás, una de las cosas que me han pasado en estos dos años es que me he peleado con un montón de gente. Yo creo que he perdido puntos de paciencia. O quizas, lo que me ocurría cuando fumaba es q cuando alguien decía o hacía algo que no me agradaba, me iba a fumar, pero ahora, me quedo en mi sitio y me lo como con patatas. A ti también te ha pasado, Amparo?
Hola Anna, pues la verdad es que sin fumar me he peleado con la misma cantidad de gente que si hubiera seguido fumando.
En todo caso, los que me rodean me conocen bien y cuando les advertí que en mi casa no se fumaba lo aceptaron.
Sí es cierto que para evitar esas discusiones que comentas, a lo largo de estos años he tomado más de uno y de cien cortados en terrazas de bar en pleno enero, o diciembre, con un frío que pelaba, porque una persona en concreto fumaba e imponía su criterio al resto. Pero entonces solo tenía que valorar si valía pasar frío para estar con esa persona y si la respuesta era sí, a la terraza de cabeza.
Oye, muchas felicidades por haber alcanzado los dos años y mil gracias por leerme y por comentar. Este junio ya serán 13 los añazos sin fumar, y contenta.
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