muerte esperada, nos pilló por sorpresa. Al regresar del hospital, su mujer y su hija, antes de entrar en su piso, vinieron a casa a darnos la noticia. Entonces me enteré que su vida, desde febrero, había sido una propina. La medicina le desahució apenas empezado el año, la misma medicina que hace 20 años le destrozó la médula cuando probaron con él un nuevo medicamento para controlar la epilepsia que sufría.
Luis era un hombre bueno. Fue un buen amigo, siempre pendiente por si podía echar una mano, pero sin atosigar, sin invadir. Más allá de su enfermedad, ha tenido una buena vida y tuvo una buena muerte, junto a las dos mujeres de su vida. Hoy, en el funeral, mientras el sacerdote de oficio recordaba su bondad para con la familia, los amigos, los vecinos, un mar de cabezas abatidas asentían en silencio, la mía entre ellas.
Te voy a echar de menos.