domingo, 11 de febrero de 2007

Ayer tuve un pensamiento que en estos

casi dos años sin cigarrillo no se me había ocurrido. Estaba viendo un reportaje sobre Vinicius de Moraes (dios sustituto cuando Wilder está de vacaciones) y la atención voló de él al recuerdo de mi misma hace años, cuando iba a locales ocuros a escuchar música en directo. Por lo general, cuando no tengo al lado a alguien que me obliga a divertirme, me gusta sentarme en un rincón y observar. Entonces hacía lo mismo, solo que fumando sin parar. Anoche, como una revelación, supe que el humo me servía como cortina tras la que esconderme. Ahora no tengo donde esconderme, aunque no creo que eso sea necesariamente bueno.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Que estén o no estén ahí esas cortinas es lo de menos. Lo verdaderamente difícil, y lo que importa, es verlas.

Mario Álvarez dijo...

Realmente un blog que a partir de ahora va a ser de consulta obligatoria para mi cada día.
Mis felicidades más sinceras por este espacio: Yo también quiero dejar de fumar!

Amparo dijo...

Muchas gracias Mario. ¡Bienvenido! Estás en tu casa.