Me queda un camel antes de pasarme el resto de mi vida sin fumar. Bueno, por lo menos esa es la intención. No tengo ni idea de si lo conseguiré esta vez, aunque si el camino es el viaje, el intentarlo, además de una putada, es suficiente.
Mi madre, abnegada y escéptica a partes iguales, me ha comprado medio kilo de caramelos solano sin azúcar y dos paquetes de chicles. No entiendo muy bien la proporción pero no voy a cuestionarme nada en los próximos días. Voy a ser superzen. Mi vida se va a convertir en un ohm constante para no entrar al trapo y liarme a bofetadas con el primer cretino que se cruce por delante. O por detrás.
Estoy retrasando el momento del último cigarrillo. Quizá debería haberlo fumado tomándome un whisky. Lástima no haberlo pensado antes. Porque no sólo no se puede fumar en este país sino que una persona adulta no puede comprar alcohol a partir de las nosécuantas de la noche. Me tienen un poco hartita con tanta regulación para salvarme la vida. Que se la salve a su puñetero padre, sea quien sea quien haga las leyes anti todo lo que me gusta. Un día de estos prohibirán los tíos, aunque lo tienen claro como se les ponga de punta el pinkpower. ¡Una mierda van a prohibir los tíos!
Pues eso, que he decidido dejar de fumar porque ya iba siendo hora. Y porque cada vez respiro peor, y aguanto menos en cualquier actividad física (ya no aguantaba mucho...) y porque mi amiga de toda la vida tiene cáncer y me retó a dejarlo juntas. Claro que, conociéndola, no sé porqué entré al trapo. Ella seguirá fumando y yo me pelearé con medio mundo.
Además, lo dejo "a pelo" porque tengo un año de lista de espera en el departamento de toxicomanías del Hospital de Sant Pau en Barcelona. Toxicómana. Pues vale, pues me alegro. Pues voy y lo dejo y lo unico que espero porfavorseñor es no volverme una histérica intransigente con los fumadores. Vamos, de momento, si queréis echarme el humo encima me dejo. O no. Ay, no sé. Estoy hecha un lío y aún no he dejado de fumar. Voy a dejar esta tontería del blog y me daré un homenaje con el último camel.
Y como dentro de veinte años algún imbécil de científico diga que se equivocaron y el tabaco no era malo, (que ya han tenido que disculparse por la mala fama que le dieron al microondas y al aceite de oliva en el pasado) hundo a tortas a las autoridades sanitarias con el aliento que me quede. Que me quedará mucho porque seré una extoxicómana super sana a los 102 años. Están avisados.
No hay comentarios:
Publicar un comentario